Los ocho bastardos caminaban todos los dias por los fríos y ásperos caminos de ceniza que bordeaban el ya apagado volcán. Tapados con pañuelos para evitar respirar la inmundicia del aire, los hermanos cruzaban la provincia de Hunsh llueva o truene, bordeando los picos blancos de La Dentadura de Lobo y bajando por los acantilados de Rham.
Los dos mas grandes, mellizos ellos, siempre iban separados en la fila que formaban durante los viajes. Uli-Uli tenía su luagar, siempre adelante y guiando al grupo, orgulloso de considerarse el más sabio de todos. Al final y cuidando de que nadie tropiece, Uli-Eth daba cada paso mecánicamente, acostumbrada y callada, siempre atenta.
El resto de los seis hijos sin padre no tenían nombre ni jamás lo tuvieron. Simplemente nacieron, todos ellos en dias de eclipse. Tres de ellos, los hombres, vieron la oscuridad de día (cuando este se convertía a noche) y el trío de mujeres vió la luz cuando la luna fue devorada por el sol.
Hijas de la Luna e Hijos del Sol los llamaban, y así los conocieron las pocas personas que sabían quienes eran.
Los dos mas grandes, mellizos ellos, siempre iban separados en la fila que formaban durante los viajes. Uli-Uli tenía su luagar, siempre adelante y guiando al grupo, orgulloso de considerarse el más sabio de todos. Al final y cuidando de que nadie tropiece, Uli-Eth daba cada paso mecánicamente, acostumbrada y callada, siempre atenta.
El resto de los seis hijos sin padre no tenían nombre ni jamás lo tuvieron. Simplemente nacieron, todos ellos en dias de eclipse. Tres de ellos, los hombres, vieron la oscuridad de día (cuando este se convertía a noche) y el trío de mujeres vió la luz cuando la luna fue devorada por el sol.
Hijas de la Luna e Hijos del Sol los llamaban, y así los conocieron las pocas personas que sabían quienes eran.