lunes, 7 de diciembre de 2009

El Hombre de las Mil Tormentas

Esa madrugada de Julio estuvo marcada por dos acontecimientos fuera de lo común. Primero, la gran tormenta, esa terrible furia que los cielos desataron en medio de la noche, tapando la luna y las estrellas, llevándose todo el pueblo de Funes con sus huracanados vientos y sus lluvias imparables.

El otro acontecimiento (aunque contemporáneo al primero), comenzó a gestarse ocho meses antes del diluvio de Julio.

¿Cómo llegó a refugiarse ella en el viejo molino?, nadie lo sabia. ¿De qué escapaba? nadie estaba enterado. Lo cierto era que huyendo de un gran mal, o quizás de la misma tormenta, Doña Rosa se metió bajo los cobertizos de paja y allí se escondió. La noche llegó a su plenitud y antes de que la luna pudiese asomar su rostro, las nubes todo lo ocultaron. Allí, la única persona que había llegado después de las sirenas de alarma, se enfrentó con la ira de dios. La noche se volvió carmesí y el polvillo comenzó a elevarse en los caminos de tierra. Los carteles se balanceaban de izquierda a derecha hasta caer en el suelo para ser arrastrados y perderse en algún lado. Y de más está decir que Doña Rosa, en su vientre, llevaba un niño.

No quedaba más techo. Las enormes aspas ya habian sido destruidas y Doña Rosa, prácticamente ahogada en un barrial de escombros y suciedad, vio a la muerte cara a cara. Le rogó por misericordia pero esta ni sabia cual era el significado de tal palabra. Le imploró, en su último aliento de vida, que tomara la suya y no la de su hijo, la cual era inocente. Y de repente, la tormenta desapareció.

Horas más tardes encontraron a Doña Rosa. Aún con vida, solo tuvo fuerzas para pronunciar un nombre, el mismo con el cual llamaron a su hijo, al cual salvaron aquel día. Sin embargo, con ese último suspiro, la muerte había cobrado lo que le correspondía.

Aquí comienza la historia de Amador, después llamado Amador Amilcar Suarez, el hombre de las mil tormentas.

jueves, 18 de junio de 2009

Sopa de letras

En mi vida he escrito una gran cantidad de textos. Algunos con sentido y otros sin, guardados quien sabe donde, quizás en cajas o ya devorados por el tiempo. Muchos ensayos, con dirección y conclusión y otros directamente inconclusos. Cuentos de fantasía con personajes asombrosos e historias de aventuras en lugares desconocidos destinados a ser encontrados solamente por mi mente. Papeles y servilletas llenos de extraños garabatos con la intención de convertirse algún día en la idea cuna de una gran obra maestra. Carpetas y cuadernos con dibujos y composiciones, reflejos de mi alma y crónicas de vida donde se cuentan tanto tristezas como alegrías. O quizás este blog, lleno de párrafos que no siguen una dialéctica marcada, una línea de composición o una trama en particular.

Tanta información, tanto derroche de creatividad, porque no es nada fácil despertarse en medio de la noche, agarrar lo primero que uno encuentre a mano y empezar a escribir. A veces las ideas fluyen, otras no.

Y todo lo que uno lee, todo de lo que uno aprende y asimila, esta compuesto nada mas que por una extraña combinación de letras. 26, para ser más exactos, que forman el abecedario y que dan libertad absoluta para que sensaciones y pensamientos queden registrados, ya sea en una una pantalla, una pared o una hoja.

Para explicar el horrible sentimiento de impotencia y odio que tengo hacia la rutina, solo necesito ubicar una cierta cantidad de letras en su correspondiente lugar. Con esos caracteres, de la A a la Z puedo, de la misma manera, detallar la felicidad que me genera estar enamorado. Si quiero crear una bestia de gigantes proporciones y maldad absoluta solo necesito ponerle un nombre, elegir los grafemas y listo, ya existe.

Es, simplemente, mágico.

viernes, 12 de junio de 2009

Una segunda autoevaluación


Si estallo en una carcajada entonces el frunce el ceño. Si mis ojos se hunden en lágrimas el sonrie de costado. Un angel, un demonio.

Hay que tener cuidado, mi otro yo puede ser traicionero.

lunes, 11 de mayo de 2009

El equilibro del fin

Es verdad, las reglas de la vida existen. Lamento informarles a todos aquellos anarquistas que creen ser libres de ir por ahí haciendo y diciendo lo que les plazca, que hay normas y fundamentos ineludibles que nos atan a una línea de conducta, por más extraño que suene. Son axiomas que mantienen al mundo funcionando, ya sea visible o invisiblemente, y sostienen el equilibrio de la balanza.

Sin que uno lo sepa, somos parte de un todo. Individualistas o no, el egoísmo que funciona como motor incluso de nuestros sentimientos y actos más altruistas y/o solidarios pertenece a la historia que debería y será contada. Aquí nadie decide, aunque cree hacerlo.

Pero no tiene sentido explicar más este punto, no sino puedo demostrarlo. Y lo lindo es que, esta vez, puedo hacerlo.

A continuación revelaré párrafos de esas reglas divinas. Extractos de filosofía universal que no se puede ver ni tocar. Como llegaron a mí, no importa. De todas formas, nadie me tomará en serio y por ende no corro peligro alguno. Suerte tengo si alguien incluso lee mis palabras.

Y dice así:

XZII (2) / En la vida que se conoce como tal, no hay destino. El fin es y será el mismo para todos. Aquellos que vean la luz comenzarán un camino cuyo final está escrito en estas reglas y aquí se denomina como La Muerte (Muer-t´e). Para todos, sin excepción alguna, ella llegará. Que cada individuo luche por como quiere encontrarla, pero una vez llegada, no hay nada más.

XZII (3) / Para aquellos individuos que supieron construir su camino dejando una enseñanza, ya sea para el bien o para el mal, habrá una compensación. Y aunque no escaparán a la muerte, su imagen continuará en la memoria de aquellos que aun conservan de forma constructiva o destructiva su legado.

XZII (4) / La duración en la memoria colectiva de las sociedades y culturas no se extenderá más de lo que estas decidan por si mismas. Dicho en las reglas y constituidas como tal, la línea de la vida puede ser curvada por los mismos que la componen. Sin embargo y aunque pueden tomarse diferentes caminos, el final seguirá siendo el mismo.

XZII (5) / Las normas y fundamentos aquí explicados no están exentos de individuos rebeldes y renegados. Ellos viven gracias a estas verdades. Buscarán la revolución de las ideas. Todos ellos entenderán llegado su momento que al final solo espera la muerte.

XZII (6) / Aprovechad el tiempo en vida. No temed a la muerte a la cual no se puede vencer. Dejad una enseñanza, dejad un legado y una memoria. El tiempo es, un regalo.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Thurmekhalaâbar


Dicen las malas lenguas que para llegar hasta Thurmekhalaâbar no es necesario conocer el camino, ni la dirección ni el lugar. Cuentan las historias que tan solo hace falta con encontrarse una noche en el cause de dos arroyos, a la luz de la luna y en un día de primavera. Si las condiciones están dadas entonces en el árbol más alto un cuervo se posará y graznará, pidiendo ser seguido.

Es la única manera, dicen, de llegar hasta la Ciudad donde se encuentra el más grande y antiguo mercado de almas que jamás haya existido. Allí, comandado por un tirano y perverso señor, se encuentra en el fondo de un valle desértico miles y miles de casas labradas en la propia roca. Iglesias de santas y demoníacas deidades conviven en paz y las pequeñas casas de bajos techos albergan personas de pasados oscuros.

En el medio de Thurmekhalaâbar (también llamada "El Terrario de la Codicia") se levanta todos los días del año un gran y extenso mercado. Sus tiendas de lino y seda aguantan los calurosos vientos de primavera y otoño, ofreciendo sus servicios a todos los viajeros que hasta allí lograron llegar.

Y no es un lugar cualquiera. En este sitio, regido por la avaricia y la ambición, luchan las necesidades más extrañas de la tierra. Como si fuese un pacto entre el bien y el mal, solamente allí puede la gente lucrar con aquello que nadie puede ver o tocar.

Angostos pasillos de adoquines se cruzan por doquier. La gente, sucia y cansada vaga con las manos repletas de monedas de oro, plata o cualquier otra cosa que sirva de material de pago o trueque.

En Thurmekhalaâbar y con un pequeño morral que contenía mi más grande tesoro, fui en búsqueda de una cura a mi mal de amores. Y admito que fue mi perdición ya que en ese profundo lugar encontré, después de mucho buscar, ni más ni menos que una nueva pena que pudriría mi corazón para el resto de mi eternidad.

lunes, 4 de mayo de 2009

Paciencia

¿Qué mirás?

Porque la paciencia es mi aliada y en la enciclopedia de mi vida, no amar jamás significará la guerra.

martes, 28 de abril de 2009

Diálogos a la vera del arroyo

En el día número doscientosnoventaynueve del solsticio primero del decimosegundo mes del año setescientoscuatro antes de la caída llegué casi por casualidad al cruce de dos caminos. Mejor dicho, fue una absoluta coincidencia ya que no tenía plan alguno de estar parado en ese preciso lugar en ese exacto momento. Haber decidido ir a la izquierda o a la derecha, realmente no había pasado por mi cabeza hasta entonces.

Dubitativo en el lugar, preferí tomarme el debido tiempo para pensar y decidí sentarme y desayunar tranquilo. El día era hermoso y soleado, cielo azul turquesa y una leve brisa de primavera. Me senté bajo la copa de un gran árbol abovedado de quien sabe cuantos siglos de vida. Saqué de mi mochila unas galletas y me recosté contra el tronco determinado a descansar y pensar.

Recuerdo entonces que no iba por la segunda galleta cuando algo perturbó mi meditar. Desde lo profundo de uno de los caminos, metiéndose por un sendero cubierto de árboles, se escuchaba un lejano pero claro llanto. No pude sentirme ajeno, hacia mucho tiempo que no veía ni hablaba con nadie. Tomé mis cosas y con cautela tomé el camino de la derecha.

A medida que me adentraba, el sollozo se hacía más evidente. No debí caminar mucho para encontrarme de pie y levemente escondido, totalmente sorprendido al ver a una joven belleza, de dorados cabellos y totalmente desnuda, sufriendo sobre una roca al costado de un cristalino arroyo.

Extrema debe haber sido su tristeza ya que no advirtió mi presencia. Dando un paso hacia adelante y cubriendo mi cara para no tentarme, pregunté:

- Discúlpeme, pero desde lejos que oigo sus lamentos, ¿es que acaso hay algún problema?

Ella se sorprendió al verme y corrió rápidamente hasta una pequeña pila re ropa. Levantó un camisón y se ocultó detrás de una piedra.

- No era mi intención interrumpirla, dije, pero simplemente vine a ver si alguien necesitaba ayuda. Ya es hora de que siga mi camino...

- No! me respondió mientras aparecía nuevamente, vestida. Si es ayuda la que me ofreces, entonces la acepto. Me haría bien un oído compañero.

Y nos sentamos sobre la misma roca en la cual la había descubierto. Me miró fijo y noté que detrás de su hermosura había escondida una terrible depresión..

- ¿Que sucede?

- ¿Alguna vez has cometido errores? me preguntó

- Muchas veces, le respondí.

- ¿Y te han perdonado? ¿Puedes vivir con el peso de...

Interrumpí. No entendía.

- He traicionado, me dijo. He clavado un puñal en la espalda de aquellos quienes confiaban en mí. He envenenado sus oídos con palabras de serpiente y por eso pago mi condena. Pero... pero... jamás fue mi intención. Jamás lo planeé, no fue a propósito. Y simplemente intenté navegar en una tormenta, tomando decisiones extremas en momentos extremos... pero he cometido terribles errores y por eso la indiferencia tocó a mis puertas.

- Lo siento. fue lo único que se me ocurrió decir.

- Es que ya no está en mi. No tuve derecho a réplica ni perdón. Dime, si alguien traiciona sin saberlo y se da cuenta cuando es demasiado tarde... ¿es acaso culpable? Juro que no fue con intención malvada. Mi corazón jamás se oscureció hasta darse cuenta de lo que había hecho... Ensucié mis manos sin saberlo y por tal acto se me niega un perdón. ¿No puede uno aprender de sus errores?

Era verdad. Aquella a quien acusaban ahora me enseñaba sobre la misericordia.

...

martes, 21 de abril de 2009

Erés tú, dijo.

Grandes columnas de marmol blanco se levantaban a mi paso. Escalones y escalones subian la montaña, grandes cuencos de aceite encendido iluminaban el camino. Ese día se me ocurrió pasear por los panteones de los dioses.

No era mi costumbre visitarlos, y ellos se sorprendieron al verme. Señores de incontables deidades se enteraron de mi presencia. Algunos de ellos sonrieron, otros, maldicieron. Y claro, no con todos mantenia la mejor relación, sin embargo, ninguno de ellos ni siqueira el más poderoso podia imperdirme avanzar.

Bajo los cielos y las nubes, mujeres exhuberantes de finas curvas y larguísimos cabellos salian a mi encuentro. Traian consigo canastas llenas de manjares, muchos desconocidos por paladares mortales. Desde dátiles hasta las uvas mas jugosas, pasteles, quesos, dulces y vinos. Lo que deseara para satisfacer mis antojos.

No fuí con intenciones de llenar mis necesidades asi que amablemente rechazé las hembras y sus tentaciones. Me abrí paso entre los niños y continúe subiendo escaleras.

- Eres tú, dijo una voz.

Me di vuelta y observé con cuidado. De una gran puerta abovedada salió un hombre de largos pelos grises por el tiempo. Su nombre era Kir Kahel y su dias habian terminado hace incontables siglos.

- Soy yo y sabes a que vengo, contesté, no te interpongas en mi camino puesto que lo que me trae de nada te incumbe anciano.

Me di vuelta y me preparé para continuar, pero me interrumpió.

- Eres necio. A quien buscas aquí jamás encontrarás. No se atreve a entrar.


¿Decia acaso la verdad? De seguro que si, no habia dudas... pero notó la duda en mi cara.

- ¿A dónde debo ir entonces, compañero?


- Tu compañero no soy ni jamás lo seré. La respuesta te brindaré, y no de amable que soy. Pero recuerda que estarás en deuda conmigo.


- Que asi sea...


- En las profundidades de la tierra, allí donde no llega ni el sol ni la esperanza, en el último círculo de nuestros miedos, charlan ellos dos. Negocian vidas. Él se las pide, el otro se las consigue. Ya sabes de que hablo...


Con un discreto movimiento de mi cabeza dí las gracias y me dispuse a volver.

lunes, 20 de abril de 2009

Diálogos inconclusos

Un largo y frío pasillo, interminable. Puertas enfrentadas, de color blanco y picaporte de plata. Un hombre, vestido de traje a medida, color negro sombra y una corbata haciendo juego. Guantes, una galera y un bastón.

Clac.

El sonido llegó hasta mí. El hombre abre una puerta y desaparece.

Clac.

Otra puerta se abre, más cercana, y la misma figura se muestra. Esta vez se saca la galera y me mira con dureza. Cabellos lacios engominados hacia atrás, una tez pálida y unos ojos azules que no demostraban absolutamente nada.

Abre la puerta contigua y no lo veo más.

¿Cuánto tiempo pasó? No tengo idea de nada, no se donde estoy ni a quien vi. ¿En que puerta se mostrará ahora? ¿Será la cuarta de la izquierda o la octava de la derecha?

Por la segunda a mi diestra, finalmente.

Allí de pie ante mí, entendí que debía sentir miedo.

- ¿Sientes miedo?

El silencio se cortó.

No supe responder… atiné a titubear pero rápidamente me interrumpió.

- Debes sentirlo. No debe darte vergüenza. No soy nadie que hayas visto jamás, quizás alguien que alguna vez imaginaste. Soy quien soy, no intento negarlo.


Me quedé callado. Deseaba escuchar más, y a la vez, empezar a correr.

- Es terrible para ti, joven, encontrarme en esta situación. Ante las puertas del destino, aquellas que deciden tu camino, me ves como a un semejante. Veo en tus ojos y leo tu corazón. Me temes y deseas huir.


Bajó la cabeza. Su rostro no mostraba ninguna expresión, una mirada torva y unos labios finos. Piel perfecta y casi transparente. El hombre se sacó un guante y dejó ver unos dedos largos y finos, hermosos. Dirigió su mano al bolsillo, tomó un reloj y dijo:

- Y haces bien, hijo, tu miedo está justificado.

viernes, 17 de abril de 2009

Guía medica a los pensamientos más escondidos

- Eres mía pequeña.

Y la soltó con fuerza, riendo con desprecio.

Ella lloraba contra el frio y sucio suelo de adoquines, entre ratas y suciedad. Escupia sangre y baba, lágrimas y lamentos. Rasguñaba la pared y nada pero nada la salvaria de él.

El hombre se acercó a una mesa y dispuso a trabajar. Lentamente se sacó la corbata y se arremangó la camisa. La observó una vez más por sobre su hombro izquierdo y tronó con otra carcajada.

Procedió entonces a colocarse un par de guantes de latex y a calentar una marmita al fuego.

- ¿Por dónde deseas comenzar? Vamos pequeña, que no te he hecho nada aún. Miralo desde el punto de vista de alguien que vive hasta ver la muerte presentarse en persona, tienes la posibilidad de charlar, discutir, proponer... me haria muy bien un poco de compañia.


Ella solamente sollozaba.

- Pequeña... lo disfrutarás, verás que si. Eres demasiado joven como para entenderlo. Algún dia me sabrás perdonar y aunque nunca vuelvas a ser la misma, la semilla de la perversión que crecerá en ti no tendrá fin. Serás la princesa, mi reina, para siempre mia.

miércoles, 15 de abril de 2009

Los 8 bastardos

Los ocho bastardos caminaban todos los dias por los fríos y ásperos caminos de ceniza que bordeaban el ya apagado volcán. Tapados con pañuelos para evitar respirar la inmundicia del aire, los hermanos cruzaban la provincia de Hunsh llueva o truene, bordeando los picos blancos de La Dentadura de Lobo y bajando por los acantilados de Rham.

Los dos mas grandes, mellizos ellos, siempre iban separados en la fila que formaban durante los viajes. Uli-Uli tenía su luagar, siempre adelante y guiando al grupo, orgulloso de considerarse el más sabio de todos. Al final y cuidando de que nadie tropiece, Uli-Eth daba cada paso mecánicamente, acostumbrada y callada, siempre atenta.

El resto de los seis hijos sin padre no tenían nombre ni jamás lo tuvieron. Simplemente nacieron, todos ellos en dias de eclipse. Tres de ellos, los hombres, vieron la oscuridad de día (cuando este se convertía a noche) y el trío de mujeres vió la luz cuando la luna fue devorada por el sol.

Hijas de la Luna e Hijos del Sol los llamaban, y así los conocieron las pocas personas que sabían quienes eran.

martes, 14 de abril de 2009

$ (cuatro)

En una mesa redonda bajo la luz de la velas, cuatro personas se miraban fijamente. Uno, de tapado oscuro y sombrero, encendia un cigarrillo mientras el humo escondia su rostro. A su derecha, un hombre de menor estatura jugaba con un gran anillo de su dedo angular izquierdo. El tercero, enfrentado al primero, contaba un gran fajo de billetes, uno a uno. Al llegar a cien, observaba al resto y comenzaba con uno nuevo. Por último, una mujer, de lacios pelos rubios y labios rojos como la misma sangre.

Nadie decia nada, nadie respiraba. Nadie interrumpia, nadie proponia.

miércoles, 8 de abril de 2009

Los tristes y los caídos

He vencido incontables batallas, he triunfado ante todos mis enemigos. Soy temido y respetado, odiado y amado. Mi palabra es consejo y maldición, y mi voz se expande como un relámpago entre aquellos que desean escucharme, ya sea por aprecio o por desprecio.

He juntado cabezas y he observado en sus ojos ya sin vida. Intenté comprender su fin y poco me importó al entender que mi nombre era sinónimo de muerte y devastación. Aquel que levantó a los suyos buscando la paz y la libertad era hoy quien sembraba el terror bajo el nombre de La Revolución.

Me pregunto algunas noches, cuando no puedo consolidar el sueño, si hubiese sido feliz con ella. Sangro por las heridas del pasado, no hay duda de eso. Ciego el que no quiere ver, y aunque mi frente jamás apunta al suelo y siempre brilla rumbo al sol, sigo siendo un pobre triste corazón roto.

Ella fue mi destrucción, y la única que pudo ante todo mi ejército, indomable e indómita, misteriosa y mortal.

La vida me ha enseñado que incluso el hombre más inteligente no puede superar el tiempo y su paso es efímero entre los nuestros. Quedan entonces las ideas, los actos y los resultados.

Y es por eso que juré venganza, la más lenta y dolorosa de todas, aquella que me traerá placer y borrará las cicatrices del pasado.

miércoles, 1 de abril de 2009

Tempo

La rueda comenzó a girar y los engranajes crujieron al compas del tic tac. La gran estructura tembló y la aguja que marcaba los dias se movió, aunque todos supieron que no había caso. El tiempo se habia detenido ¿Cómo es eso posible?

Todos los presentes tenian la mirada fija en la gran estructura de piedra y madera que se levantaba en la mitad misma de la plaza, en el corazón de la ciudad. Pero no sucedia nada, el tiempo no pasaba.

Y sucedió lo esperado. Una mujer, de sombrero y vestido largo soltó un alarido de terror. El terrible grito se elevó por los aires y heló la sangre del público. Segundos mas tarde, o quizas horas, o dias, o años, o al mismo tiempo (ya que no habia noción del mismo) todo el mundo entró en pánico.

Y de repente, el caos.

Astemia irracional coherente

En un nuevo artículo escrito por la doctora y especialista Ellis Groenberg en la publicación del mes de diciembre de la revista temática Dedicated, nos habla de la aceptación y autosuficiencia del sistema neurótico. Esto, llevado a la práctica y al campo, significa el intento del quiebre de la infelicidad. ¿Es entonces que alguien puede superar sus problemas al construirles una barrera ficticia?

Sin desmerecer a la autora, recopilé varios textos de Romerê, Patrick Jhonnas y el ya fallecido Michael Anvert. En ellos pude descifrar, quizás, lo que yo considero el camino correcto a la eterna búsqueda de la felicidad (eterna). Durante toda la existencia de la humanidad que se pleantean los porqués del existencialismo y hasta el día de hoy nadie habia conseguido respuestas satisfactorias (ni siquiera en el marco de la ciencia).

El bimestral escandinavo de Goteborg pareció interesarse en mis ideas pero al tiempo perdí el contacto. Lo mismo sucedió con la Gazzeta Medici en Roma y Zeitung und Psychologie en Berlin. Es entonces evidente lo que sucede.

Yo, como esta constatado en cada uno de mis reportes, creo haber encontrado el camino que lleva a la victoria sobre la depresión y la neurosis humana, aquella que genera depresión y recae en una aguda afásia para demostrar lo que nos sucede. Y ser el descubridor de semejante llave a las puertas de todos los interrogantes, es peligroso.

¿Quién puede decirme qué llevó a editores de Italia, Alemania y Suecia a descartar y archivar para siempre mis ideas? Quizas la sociedad no esté lista para superarse.

Como haria cualquier profesional, habrá que trabajar la mente de las personas de a poco, logrando que ellos mismos se percaten de sus errores hasta que, algun dia, logren sonreir y abandonar el diván.

Fëadungurth

(Crónicas de Frili)

“En una gran estancia en el interior de las montañas de la Tierra Media, Aulë, el herrero de los valar, creó a los siete padres de los enanos durante las edades de la oscuridad, cuando Melkor y sus servidores de Utumno y Angbad dominaban toda la Tierra Media.

Por tanto, Aulë hizo a los enanos fuertes e intrépidos, insensibles al frió y al fuego, y más resueltos que las razas que los siguieron. Aulë conocía el alcance de la vileza de Melkor, de modo que otorgó a los enanos perseverancia, espíritu indómito, tenacidad para trabajar y capacidad para resistir penalidades. Eran valientes en el combate y poseían un orgullo y una fuerza de voluntad inquebrantables.

Los enanos se dedicaban a la minería, a la construcción y a la metalurgia; además, tallaban la piedra prodigiosamente. Estaban bien dotados para las artes de Aulë, que había dado forma a las montañas, pues eran fuertes, de luenga barba y fornidos, aunque no altos, pues oscilaban entre el metro veinte y el metro cincuenta de estatura.

Puesto que su tarea era larga, se les concedió una vida de dos siglos y medio; sin embargo, eran mortales, y también podían morir en combate.

Aulë hizo a los enanos sabios en el conocimiento de sus artes y les dio una lengua propia llamada Khuzdul. En ese idioma Aulë se llamaba Mahal, y los enanos, khazâd, pero era una lengua secreta, desconocida, con la excepción de unas pocas palabras, para todos los que no fueran enanos, pues estos la preservaban celosamente.

Los enanos estuvieron siempre agradecidos a Aulë y lo reconocían como su creador, sin embargo, quien les dio la verdadera vida fue Ilúvatar.”


Al terminar de pronunciar las palabras secretas que abrian la entrada, la gran pared de roca negra comenzó a iluminarse y en ellas aparecieron finas inscripciones que alguna vez con tanta dedicación había tallado Kisserin. Ante ellos, la forja entornó sus puertas y le permitió el paso a su creador.

Sin mirar hacia atrás, el enano, su hijo y su fiel servidor entraron en lo más profundo de Minas Marrakesh. A sus espaldas 150 enanos ataviados parala batalla al mando de Gumlai los vieron desaparecer en la oscuridad.

- Contemplad hijo! Ante ti se levantan los techos de Baraz-in-Zârambizar, el gran lago de fuego el cual yo mismo descubrí y al cual tantos años dediqué, tallando y tallando sus paredes. En este lugar yacen mis más grandes secretos y alguna vez fue la prisión del hijo de Darion el Impío! Una estancia digna de Telchar de Tumunzahar!


Y una vez dicho esto, el enano de largas barbas se quitó la armadura y la apoyo con sumo cariño a un costado. Dejó sus armas, a las cuales miró por última vez, se calzó unos grandes guantes de herrería y se acercó hasta el comienzo de un largo pero angosto puente de piedra negra que llevaba hasta una plataforma aislada en el medio de la lava incandescente en el mismo corazón de la montaña. Allí y al calor del fuego mortal se podía divisar una pequeña forja. Grandes puntas de piedra filosa guardaban las herramientas, martillos, tenazas, tajaderas, escuadradotas, un gran yunque y una fragua. También había dos grandes libros. Uno, regalo de Gumlai, el libro de Belegost. El otro, más grande y pesado aún, contenía todos los secretos de Kisserin.

El enano cruzó entonces el puente y se dirigió hasta la herrería. Tomó el martillo, sostuvo las tenazas y se puso a forjar.

Los dias y las noches pasaron, y mientras Frili, hijo de Kisserin, registraba todo lo sucedido con atención, su padre golpeaba y golpeaba el metal, sin dormir y sin descansar. El fuerte calor ya no hacia daño en su piel ni chamuscaba sus largas barbas. Su carcajada se escuchaba atronadoramente en los techos del salón, como si tuviese todo finamente planeado. Tras unos dias de ininterumpido trabajo, el enano ya había terminado con lo que parecía una larga hoja plateada, afilada como nunca jamás se había visto en el Valle Azul.

- Hijo, aquí guardé durante mucho tiempo todos los saberes sobre el demonio del Oeste, aquel que vino gracias a la lástima de los elfos buscando venganza. Su poder es de antaño pero yo, Kisserin, gracias a años y años de estudio, aprendí a controlarlo y vencerlo. Acercadme los fragmentos de la espada de Azazel.


Y entonces Frili cruzó el puente y le acercó seis partes de metal opaco y un mango de espada. Algunos yacían allí antes de la caída, puesto que el enano había guardado tres fragmentos, aquellos que fueron cedidos a Gumlai, Omín y a él mismo. Los restantes habían sido guardados por Ashtra, la elfa.

Kisserin los tomó y guardándose el último, los arrojó al fuego mismo donde en voz alta pronunció unas oscuras palabras. La sala se iluminó y las llamas crecieron hasta el punto de parecer un mar incandescente. Tomó los martillos de Ostinedhil y una vez más golpeó con todas su fuerzas el pálido acero que brillaba iluminando su tuerto rostro.

- Será esta mi ultima gran creación, más imponente aún que todo lo que he creado hasta ahora y aquel que se considere lo suficiente idóneo para blandirla entonces se enamorará y esta espada solo responderá a él y nadie más.


Mientras recitaba estas palabras, con un pequeño cincel dibujaba finas y entrelazadas hebras sobre el filo de la hoja. Sus años de orfebre lo habian vuelto un enano muy meticuloso y destinaba horas y horas al detalle y la perfección. Totalmente obsesivo por su obra, al mango lo dejó tal cual estaba excepto por una piedra roja que decoraría la empuñadura, uniendo la base con la parte mortal, esta última terriblemente trabajada.

- Esta espada tiene un destino, hijo, y el mundo la conocerá como Fëadûngurth. Aunque para nosotros, los Naugrim del Valle tendrá otro nombre y nadie mas que los nuestros lo sabrán.


Una vez más el herrero se concentró en su trabajo, martillando y martillando sin parar. En lo profundo del valle, Kisserin trabajaba en una única espada, aquella que seria destinada a una única persona. Éste vería la obra de arte y se enamoraría, ya que había sido forjada para él y para nadie más.


Durante treinta dias y treinta noches el herrero forjó el metal, consumiendo de a poco todas sus fuerzas y sus ganas de vivir. Con cada golpe las arrugas se iban abriendo paso en su cara, y cuando se sintió débil y cansado y sus barbas ya se habian convertido en blancas hasta el suelo, entonces supo que su creación había sido terminada. Con una última mirada a su hijo, el cual había sido el orgullo de su vida, y sabiendo que había dado todo de si, dijo en voz alta:

- Este es mi final, hijo. Aquí termina la historia de mi vida y comienza la tuya. Kheled! Mi más fiel servidor! Juntad todas mis cosas, ahora de mi hijo! Llevad el libro de Belegost, los martillos de Ostinedhil y el libro de los secretos a algún lugar seguro. Jamás olvides mis enseñanzas. Y por siempre recuerda mis últimas palabras, PACIENCIA Y PERSEVERANCIA.


Entonces Kisserin se acercó a la espada, la cual reposaba brillante sobre el yunque, y se sentó a un costado. Tomó una pequeña daga y haciéndose un corte en la mano, derramó gota a gota su sangre en la afilada hoja hasta quedar seco y moribundo. Con su último aliento, Kisserin había firmado su obra más perfecta.

Es así como Aulë, Mahal para el herrero, vio desde sus estancias como Fëadûngurth fue creada.

Y de repente, cuando la última gota de vida cayó sobre la espada, todo comenzó a temblar. Kisserin había dado toda su sangre y Aulë había aceptado el sacrificio. Y como los poderes de la forja estaban atados a la vida misma del herrero, la sala comenzó a temblar.

Frili, con lágrimas en los ojos, corrió a lo largo del puente. Juntó rápidamente todas las posesiones de su padre, ahora suyas, y volvió con toda prisa. El techo comenzó a desmoronarse y a caer sobre sus cabezas. Su guardián Kheled fue rápidamente a su alcance y, de no ser por su escudo, entonces una gran roca hubiese terminado con la vida del heredero. Cruzaron el sendero, el cual se desmoronaba a cada paso y en un último respiro lograron llegar hasta las puertas, las cuales se abrieron por una última vez de par en par.

Ya a salvo y mirando hacia atrás, Frili hijo de Kisserin vio a su padre ya sin vida, sentado en una gran silla en lo mas alto de la forja. Iluminado por la tormenta de fuego y lava, el alma del herrero se hundió en el corazón mismo de Minas Marrakesh bajo los fuegos que tanto tiempo encendieron su corazón.

Frili y Kheled dieron media vuelta y escaparon para no volver nunca más y poder contar la historia.

lunes, 16 de marzo de 2009

El encuentro con un eufenuz

Todos saben (ya sea en su conciencia o inconciencia) que en algún momento de nuestras vidas nos vamos a topar con un eufenuz. Algunos tienen la suerte de encontrarse a varios durante su existencia, otros, en cambio, lo logran una sola vez y, en el peor de los casos, sucede cuando uno aun es joven e inexperto.

Los eufenuces están, van y vienen, los vemos y no los reconocemos. Son como nosotros, como ellos, como aquellos. Nadie los ve y sin embargo todos saben que caminan, respiran y nos hablan. Son imposibles de distinguir excepto cuando deciden que es el momento de indicado.

Todos los eufenuces tienen algo místico. Son criaturas que se muestran en el momento menos pensado, de la manera más disimulada posible. Un amigo, un enemigo, un conocido o un desconocido. Jamás se sabe donde y cuando se van a aparecer. Sin embargo, si uno abre bien los ojos y se mantiene muy atento quizás llegue a reconocer el momento exacto en que ellos hacen lo que mejor saben hacer, dar una oportunidad única.

Los eufenuces no son de este mundo. Son esa oportunidad menos pensada, la mano amiga, lo necesario en el momento justo. Son los mensajeros de la suerte y la bocanada de aire en los momentos de oscuridad. Cuando uno dice que el tren pasa una sola vez en la vida entonces esta esperando encontrarse con un eufenuz (si es que no lo hizo ya y no lo reconoció).

Ellos se acercarán y ofrecerán, de la manera más extraña, una posibilidad única que significará un cambio total. Reconocerlo y aprovecharlo depende de uno.

La clave es estar siempre abierto a vivir algo nuevo.

viernes, 13 de marzo de 2009

Caminos perdidos

El otro dia mirando como dos pequeñas hormigas caminaban por el suelo de la cocina me quedé pensando...

Si subo abajo entonces jamas podré llegar hacia la derecha. Entonces la solución seria tomar hacia la izquierda para continuar por la paralela que me deja en la diagonal sur (sin descender porque sino me perdería otra vez). Entonces de ahi seguir por la perpendicular, hacer un semicirculo completo y continuar por el camino de arboles, sin cambiar de dirección nunca, importante este ultimo dato.

Una vez llegada a la rotonda podría tomarme cinco minutos de descanso. Me queda subir cuatro escaleras de trecientoscuarentaytres escalones, dos hacia abajo y cinco hacia arriba, cruzar una puerta (que deberia estar abierta, a menos que solo busque problemas) y mirar el suelo. Allí deberia encontrar una llave que me abre la compuerta a una infinita escalera caracol escondida que sube hacia lo mas profundo del lado izquierdo, tomando atajos y sin mirar hacia atras.

Creo entonces que de esa forma puedo llegar.

Si, si, estoy seguro de que ése es el camino indicado.

viernes, 6 de marzo de 2009

El viejo Anvert

Michael Anvert rozaba los cincuenta años y había dedicado los últimos diez a entender el camino a la vejez. Día a día había plasmado en su pequeño libro de notas el paso del tiempo en su cuerpo. Cada mañana y de manera religiosa, Michael (el flaco para los conocidos), se observaba con minuciosa concentración frente al gran espejo del living. Siempre creyó entender que la vejez llegaba con los años y golpeaba duro en el cuerpo, pero desde hacia rato que tenia una sensación de que -aquellos fuertes de corazón- podrían mantenerse jóvenes por toda la eternidad (por dentro, claro está).

El flaco se sentaba en una pequeña mecedora y se miraba fijamente. Sus ojos, grandes y claros de color avellana, no parecían sucumbir con los meses excepto por un pequeño brillo que se hacia cada vez mas intenso. Michael se sentía orgulloso de ellos y le gustaba decir que "los ojos no muestran la edad, sino la sabiduría del alma". Su cabello era lacio y caía libre sobre sus hombros. Las pequeñas entradas fueron haciéndose cada vez mas pronunciadas aunque el color azabache se mantuvo igual. Las inmensas patillas que decoraban su afilada mandíbula ya se veían grises, casi blancas, lo cual lo hacia sentirse muy imponente. "Un caudillo", se decía por lo bajo.

En su rutina diaria, el Sr. Anvert, se tocaba el rostro. Jamás usó crema alguna o nada que sea digno de una mujer. Con sus dedos recorría la comisura de unos labios finos y suaves. Su nariz aguileña hacia juego con su mirada profunda y un tanto melancólica. Aparentemente, los años no hacían efecto alguno en él. Quizás (y solo quizás), unas pequeñas arrugas habían empezado a aparecer al costado de sus ojos, pero el lo justificaba diciendo que el sol del verano era un duro enemigo "que pasaba factura cuando menos se espera".

Un día se dió cuenta que había dejado pasar algo muy importante. Se sentó como de costumbre y se analizó, anotando cuanto detalle encontrara en su pequeño anotador. Cuando intentó levantarse, miró fijamente al espejo y se asustó. Por primera vez en toda su vida, el Sr. Anvert no vió al flaco de siempre, sino a un hombre de edad haciendo fuerza para reincorporarse de una mecedora. Su cuerpo, marchito por el tiempo, mostraba una notoria curvatura en la espalda, como si la cintura empezara a cansarce.

Dicen por ahí que uno ve lo que quiere ver. Los espejos solamente reflejan el estado del alma, el ánimo y las ganas de vivir. Solo quienes pueden leer entre lineas podrán pararse frente a uno y observar no solo el paso del tiempo sino también el peso de la rutina, del aburrimiento, de la desesperanza y de saber que para todos, sin excepciones, siempre habrá un final.

jueves, 5 de marzo de 2009

Tormentas del Amanecer

Durante lo que pareció una eternidad caminé por los infiernos del mundo. Allí escuché con atención todo tipo de historias y relatos. Cuando decidí que ya era suficiente, que no habia cuanto o anécdota lo suficientemente macabra que pudiese sorprenderme, me lo encontré a el.

Y entre carcajadas de fuego y terror, pero con una suave voz consejera, me dijo:

"Desde el comienzo de la historia que camino entre el romance y la pasión, el cariño y la devoción. Ya que lo que convierte a un hombre en santo es lo mismo que lo lleva a diablo. ¿Es que aun no entiendes como funciona al mundo? Desde el acto más heroico hasta aberración más inhumana... Todo en esta vida se reduce al amor."

Lamentos

Maldijo en tres idiomas diferentes.

El suelo estaba cubierto de plumas blancas y un aroma fresco inundaba el lugar. En medio de la habitación y a la tenue luz nocturna, un ángel reposaba de costado. De su pierna derecha, una pesada cadena de hierro lo sujetaba a la pared.

Maldijo una vez mas, esta vez en una lengua que nadie jamas escuchó. Con ambas manos intentó liberarse, pero no hubo caso. El grillete lo sujetaba del tobillo, lastimándolo… probablemente dejándolo tullido de por vida, pensaba él.


- ¿Acaso le pedirás a tu Dios, mi Ángel? ¿Qué le dirás? ¿Piensas, acaso, que aquí alguien oirá tus lamentos?


Rió profundamente.

- Ahorrá el aire, suplicar a nada te llevará. Esto es el mundo real. Aquí, tu dios no existe.

Hacer y Deshacer

Eligiré entre las damas de mi predilección, aquellas que llenen mi paladar con colores exquisitos. Las seduciré con dulces sonrisas y serán... mias.

Rubias, morochas, pelirrojas, traicioneras, fáciles, difíciles, hermosas y no tanto... hasta quedar satisfecho y completo. Entonces sacudiré la suciedad de su inmundicia de mis ropas, y me ire caminando en la noche...

Y podrán encontrarme, siguiendo el aroma de sus perfumes que mi paso dejará en un inconfundible rastro...

Y una vez más me verás... deseando ser mia, quizás, una vez más.

Pero, querida, ten cuidado.

No soy lo que soy y no parezco lo que luzco.

Ya que esa es mi maldad y naturaleza, la de hacer y deshacer, tal como mi voluntad lo desee.

Los Hijos Del Pecado

"Entonces llegará el día en que nuestras almas vuelvan a juntarse en el más allá. Y como iguales, sin trampas ni disfraces, nos desnudaremos ante aquellos que juzgarán nuestras faltas. Quedarán al descubierto todas nuestras mentiras, todas nuestras traiciones y, por primera vez, conocerás la honestidad.

Será así como vengaré el puñal, y aunque me condenen al más profundo de los abismos, me iré con una sonrisa, la más perversa y venenosa de todas. Y con tu rostro de tristeza, incluso en el sufrimiento, me darás la razón.

Porque yo, al igual que tu, soy un Hijo del Pecado. Y llegado el momento, lo descubrirás.

Y de una vez por todas, me entenderás.

Esa es mi maldad y tal es mi naturaleza. La de hacer y deshacer, tal como mi voluntad lo desee."

La Traición De Los Valientes

En alguna época de la historia contemporánea, por causas que no puedo explicar (ni mucho menos comprender), se dió lugar un hecho que para quien escribe significó un todo. En contadas ocasiones a lo largo de nuestras vidas, el destino y las casualidades conspiran mutuamente y el resultado de semejante choque de fuerzas son las musas inspiradoras de las situaciones más extrañas, heroicas o terribles. Con el transcurso de los años y sumado a la herencia de anécdotas a través de las generaciones, esos momentos fantásticos suelen transformarse en cuentos y leyendas. Algunas pierden credibilidad, mientras que otras se convierten en inspiración, lección y ejemplo o, incluso, en advertencia. No es ninguna verdad desconocida que el mundo se mueve de manera extraña. Lo curioso es que, cuando uno intenta explicar como funciona la vida, cae inevitablemente en vivencias o fábulas que ejemplifican lo inexplicable. Entonces es cuando uno, convencido de lo que escuchó, cree entender la fina línea entre lo conocido y lo desconocido. Eso, mis queridos, es imposible. Nadie podrá jamás comprender el porqué de tales asuntos, ni siquiera razonarlos, a menos que sean vividos en carne propia. ¿Como explicar el sentimiento que genera el dulce aroma de la tierra en el campo antes y después de una tormenta? La clave no es la explicación, la cual (habiendo vivido las experiencias correspondientes) puede ser correcta, sino la comprensión del concepto por parte del receptor. Solamente aquél que alguna vez haya presenciado una lluvia de otoño alejado de la ciudad, podrá entonces entender el olor característico de tal acontecimiento. A modo de ejemplo, se le puede describir a un ciego un dibujo pero éste podrá hacerse nada más que una vaga imagen del mismo, usando su poder de imaginación a fuerza de percepción. Lo que su mente genere en consecuencia, solo el lo sabe.

Lo que a continuación se relatará, o mas bien, relataré, no es mas ni menos que la crónica de una aventura de vida, un cuento de amor o, inclusive, una descripción detallada de un viaje a lo más profundo de la maldad, el terror, la perversión y el sadismo. Intentaré, para ayudar y facilitar la comprensión del lector, ser lo más descriptivo posible, obviando lo obvio y abriendo las inmensas puertas a un mundo al que no todos tienen acceso. La eterna búsqueda de la felicidad (eterna) y la caída al más bajo de los infiernos. Sucesos y hechos que solamente aquellos que hayan presenciado alguna vez podrán comprender. Una conspiración de fuerzas mayores que se desencadenó de manera lenta y silenciosa, imposible de descubrir a tiempo. Aunque puede decirse que hubo un quiebre, un momento donde se puede hablar de antes y después, un instante exacto donde algo sucedió en el mundo y nada mas volvió a ser igual.

El Libro De Las Verdades Absolutas

El libro de las verdades absolutas no es un libro cualquiera. Tampoco podría considerarse un libro, ni siquiera un conjunto de textos, ni ensayos ni notas ni nada parecido. Por más que así se lo llame, de literario tiene poco y nada. Podría decirse que tiene muchas hojas, algunas perdidas y otras agregadas. Una tapa y otra contra tapa, ambas duras y sin identificar autores ni reseñas, eso en este caso no es necesario. Con solo tenerlo en las manos uno ya sabe la primer verdad y es que, en ese libro (vuelvo a repetir, si así lo llamamos) convergen todas las verdades del mundo. Absolutamente todas, sin olvidar ninguna y que dan respuesta a todo aquello que uno alguna vez se preguntó, cuestionó o nunca se creyó. Si sigue una línea literaria o no es algo que no sabría afirmar ni desmentir, la única vez que lo sostuve solo me dieron la oportunidad de abrir una página al azar y leer. En ese momento me aclararon que, sumergirse en el saber absoluto era sumamente peligroso y podía llegar a ser mortal. Incluso me explicaron que la muerte no era lo peor que podía sucederme. Me contaron entonces que la naturaleza humana residía en la sed de conocimiento y que el alma suele anclarse en los sentimientos, lo cual evitaba que esta viva en sintonía con el cuerpo y la mente, destruyendo el equilibrio entre las partes. Un hombre con acceso a todas las respuestas de todas las preguntas llegará a tal punto en que no encontrará significado alguno en la vida. Ni siquiera puede pretender ser un eslabón de traspaso, como un sabio maestro o un erudito de todas las verdades. Leer del libro de las verdades absolutas más de la cuenta conlleva un castigo, universal por supuesto y debe ser comprendido antes de correr el riesgo.

Como dije anteriormente, hubo una noche donde tuve acceso a todas las respuestas. Pude haberme convertido en el hombre mas inteligente si así lo hubiese deseado, intentar quizás buscar el índice y leer las verdades de asuntos como ¿de donde venimos y hacia donde vamos? O por ejemplo ¿qué hubiese pasado si…? Sin embargo no fue ese el caso. A mi, porque me tenían en alta estima, solo me pidieron que abra el libro donde se me ocurra y simplemente lea.

Y no dudé un instante.

Al azar y sin pensar en un porqué lo abrí por el medio. Una hoja de color amarillenta se reveló ante mí. Los márgenes estaban decorados por un sinfín de garabatos en tinta azul, unos pequeños mamarrachos dignos de alguien que mata el tiempo mientras piensa. No había notas adjuntas ni más dibujos, solo un párrafo en letra cursiva, bien acostada hacia la izquierda, propia de un zurdo y coronado por un titulo en mayúscula. El doble subrayado le daba un aire de presencia y ciertamente llamaba la atención. No podría decir en que idioma estaba escrito, no era ninguno que yo conozca ni hubiese leído jamás. Sin embargo era una forma de escribir (si es que se le puede decir a eso idioma) totalmente entendible para cualquier persona en cualquier lado del mundo. Aparentemente no había necesidad de traducción alguna por parte de un tercero, no en este caso. Nada me era desconocido, ni extraño ni ajeno. Solamente una verdad se encontraba ante mí, absoluta e incuestionable, esperando a que yo decida que hacer con ella.

Así fue como me hice acreedor de una pequeña porción de conocimiento verdadero. Nunca nadie jamás iba a poder cuestionarme sobre un tópico en particular, ni discutirme ni justificarse. Y créanme cuando les digo que tener tal ventaja alimenta la vanidad al punto que transformé ese pequeño saber en mi orgullo y tema de conversación en cuanta charla surgía, ya sea en mi casa, en la calle, con amigos o incluso con desconocidos, sobre todo con ellos. Jamás dejaba pasar una chance para demostrar que tan culto y sabio era. Al fin de cuentas yo sabia la verdad absoluta a una pregunta universal que de poco, claro está, no tiene nada.

La Torre Del Día y La Noche

Había una vez una torre alta, muy alta por no decir demasiado alta. Uno podía pararse en la base y mirar hacia arriba y jamás vería el final. Así mismo, aquellos que tuviesen la suerte de –alguna vez- llegar hasta el fin de los cielos, jamás verían el suelo si intentaban hacerlo. De tal magnitud era esta estructura que se la llamó La Torre Del Día y La Noche ya que el sol solo podía observarse en los pisos inferiores. En lo superiores siempre era de noche.

La recuerdo bien, muy muy bien. Allí llegue una vez por motivos diplomáticos. En esa época yo obraba de mediador en asuntos bi y multilaterales amorosos y unos años atrás había ganado mi (infama) fama juntando a un acaudalado príncipe con una doña de un pueblo vecino. Aquella vez resultó ser que, esta mujer sin aspiraciones a nada, era ni más ni menos que la hija extramatrimonial de un dios con quien sabe quien. Ese hecho, fortuito lo admito, salvo mi vida. Y de la misma manera también me condenó para siempre. Al haber descubierto el gran secreto de este Dios (el cual era de temer) empezó una persecución de mi nombre y pusieron precio a mi cabeza. Tuve que moverme en las sombras y trabajar en silencio. Solo aquellos de confianza llegaban a mí, siempre por terceros y amigos, por recomendación o deuda de favores.

Como decía, recuerdo muy bien la mañana en la que vi la torre por primera vez. Vale la aclaración que llegar no era nada fácil puesto que se mantenía escondida en secreto. Una escolta me fue provista a fines de guía y protección. Y después de varias semanas de viaje, la ví. Como algo que mis ojos jamás habian visto, una terrible e inmensa torre de mármol blanco se erguía ante mí. Una gran muralla circular la protegía, con pequeñas almenas para no más de 10 personas a cada 100 metros de distancia. En el medio, un gran puente con estatuas y bustos retorcidos entre enredaderas y vegetación de todo tipo comunicaba lo que seria la entrada con la puerta principal. Miré hacia arriba, recuerdo, y mi vista se perdió con unas nubes allí en lo alto. Sin embargo la torre continuaba hacia lo que parecía el techo del mundo. Pequeñas ventanas se lograban distinguir, incluso algunos grandes y lujosos balcones con finos trabajos de orfebrería. Columnas a los costados de todos los caminos, embelleciendo cada esquina. Guardas florales y piedras preciosas decoraban las paredes y finas hebras de plata y oro escribían la historia del lugar. Sobre el excéntrico arquitecto y el porque de su obra maestra les contaré mas adelante.

Entré al edificio sin demasiados problemas. Ya habian sido avisados de mi llegada (bajo secreto, claro está) y me llevaron sin mucho preámbulo hacia los pisos superiores, donde debía encontrarme con quien correspondiera que me reciba. Una vez más me sorprendí ante tanta opulencia y sofisticación. No había mucha gente transitando, sin embargo todas las mujeres eran de una calidad superior, hermosas y exuberantes. De ojos claros y cabellos rizados rubios algunas, otras de pelo lacio y negro como la noche. Vestían llamativos vestidos y sus cuerpos iban decorados por cualquier cantidad de pulseras, aros, collares y, aquellas que no tenían velo, diademas.

Subimos una ancha escalera de caracol hasta lo que parecía ser un ascensor. Mejor dicho, una plataforma de ascenso y descenso. Allí me recibió un sujeto de mirada torcida y semblante extraño. Su nombre, impronunciable, tenia un dejo mezquino y arisco (era muy perceptible para tales asuntos). Me saludó con una pequeña reverencia, de forma correcta y amable. Me invitó a subir (aquí hubo algo que llamó poderosamente mi atención, además de pisos hacia arriba esta plataforma también podía ser guiada hacia lo profundo de la tierra lo que me advirtió que no solo esta torre se erguía hasta lo mas alto del mundo sino que llegaba hasta alguna profundidad).

A medida que empezamos a subir la luz que se colaba por las ventanas fue apagándose y al cabo de unos pocos minutos éramos iluminados por lámparas, algunas de ellas en las paredes, otras sostenidas por sirvientes. Entonces aquel de nombre impronunciable interrumpió su calma y mirándome a los ojos, pero de forma amable, me preguntó:

- ¿Sabe usted quien lo citó?

- No, respondí, aunque deduzco que aquel quien reina en La Torre más alta.

- Así es, replicó.

- ¿Y sabe usted porque asunto es?

- No, pero estoy seguro que me será comunicado cuando sea necesario.